Curso básico de racismo y machismo*

por Eduardo Galeano

Por algo fueron mujeres las víctimas de las cacerías de brujas, y no sólo en los tiempos de la Inquisición. Endemoniadas: espasmos y aullidos, quizá orgasmos, y para colmo de escándalo, orgasmos múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba Dios que fueran quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el placer femenino no tenían nada de nuevo. Uno de los mitos más antiguos y universales, común a muchas culturas de muchos tiempos y de diversos lugares, es el mito de la vulva dentada, el sexo de la hembra como boca llena de dientes, insaciable boca de piraña que se alimenta de carne de machos. Y en este mundo de hoy, en este fin de siglo, hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.
No hay mujer que no resulte sospechosa de mala
conducta. Según los boleros, son todas ingratas; según los tangos, son todas
putas (menos mamá). En los países del sur del mundo, una de cada tres mujeres
casadas recibe palizas, como parte de la rutina conyugal, en castigo por lo que
ha hecho o por lo que podría hacer:
—Estamos dormidas— dice una obrera del
barrio Casavalle de Montevideo. —Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando
te despertás, el príncipe te aporrea.
Y otra:
—Yo tengo el miedo de mi madre, y mi madre
tuvo el miedo de mí abuela.
Confirmaciones del derecho de propiedad: el
macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra,
como el macho y la hembra comprueban a golpes su derecho de propiedad sobre los
hijos.
Y las violaciones, ¿no son, acaso, ritos que
por la violencia celebran ese derecho? El violador no busca, ni encuentra,
placer: necesita someter. La violación graba a fuego una marca de propiedad en
el anca de la víctima, y es la expresión más brutal del carácter fálico del
poder, desde siempre expresado por la flecha, la espada, el fusil, el cañón, el
misil y otras erecciones.

*Fragmento
Patas arriba: la escuela del mundo al revés