PARTE DE MI HISTORIA



PARTE DE MI HISTORIA

Cuando mi marido y yo éramos novios, y ante la insistencia de conocer Campo de Criptana, pueblo de mi tierra, me prometió que cuando nos casásemos iríamos, ya que por entonces mi madre tenia un gran control sobre sus hijas, para mi mas aun, por ser la pequeña.

El tiempo paso, y siempre había algo mas importante que hacer al llegar a nuestra tierra natal Ciudad Real, y ayer al final, y después de mil veces soñado… llego el día.

Aun en la carretera los vi de lejos, como centinelas de sus días pasados, tratando de que los que pasamos cerca entendiésemos su ayer, y que por muy nombrado que sea, es un pueblo poco visitado, alejado de turistas, donde los platos manchegos de su cocina son poco degustados.


En pueblo en si, no me dijo nada, es un pueblo de ahora, con casas a tres alturas sin blasones, ni historia, para encontrarla hay que subir a la sierra de los Molinos, donde de descubre todo y se emparejan los sentidos.


Yo me veía en mis sueños visitando los  Molinos, y me veía como la “bella Aldonza” esperando a mi loco Don Quijote,  veía sus altas aspas abrazándome con  su viento al girar sus brazos como creyó Don Alonso Quijano, al  ver en sus gigantes maravillosos.


Fue todo un hallazgo para mí, encontrar en Información y Turismo un pequeño museo de sus gentes, de sus profesiones y sus andanzas, y sobre todo me gusto encontrarme con un “hacedor” de costumbres ya jubilado que me contó su historia.





Hablamos un ratito de cosas, de la vida y de sus ilusiones, de su pequeña obra llena de amor a su tierra, de su andar sereno por cada hoja de la obra de Miguel de Cervantes,  del polvo  adherido, y  sus años en soledad.



Fue un día bonito, me sentí mas manchega que nunca, y pasee mis ganas junto a los lugareños y villanos muertos,  sentí el cielo mas azul, casi azul  mar, junto al amarillo del trigo ya segado, sus uvas recogidas, y sus mayores sentados placidamente en  sus sillas de enea, junto a los escalones de una tierra que agoniza.



Hice muchas fotos, porque en ellas estaban mis ganas de tantos años por pasearme por sus calles, por ver las entrañas de un molino, por ser parte de una historia en la que quizás algún antepasado mío, vivió allí, abrazado como yo a sus molinos.