El cuerpo había dicho tantas veces que no, que al final ya no había dicho nada mas, y dejo que unas manos se pasearan por el, y esas manos lo invadieron todo, rozando lentamente los costados, besando la nuca, y el pecho aplastándose contra un colchón cómodo donde dejarse querer.
Había amanecido ya hacia horas, y la pereza se instalo en dos cuerpos descansados, pero que se negaban a abandonar el lecho, un sábado, sin prisas, mientras la mañana llegaba al medio día, y la tarde quería llegar sin dar tiempo al desperezo.
Y el cuerpo dio la cara al otro cuerpo, mientras las manos se posaban en un pecho que empezaba agitarse, mientras el “no “desaparecía de la mañana y el pensamiento, para empezar amar, o solamente dejarse abrazar por manos poderosas y temblando en esos momentos, antes negados, y ahora con miedo de que todo llegase demasiado aprisa.
No hubo más ropa que el sudor para unirlos, y se mezclaron los sentimientos, la respiración se volvió agitada, ellos hacían, mientras los cuerpos gemían.
Todo fue una sinfonía de suspiros, y los dueños de los cuerpos ya no pudieron hacer nada mas, habiendo rodado ambos por la cama, y dejando que todo llegase sin prisas, lamiendo y entregándose, besando y mordisqueando, atándose dos corazones que querían los mismo, y dos sexos ansiosos por el mismo instante de placer.
Y llego el instante mágico después de otros muchos, destapándose los fluidos y dejando que se instalaran en el cuerpo y en las manos, en los sexos latiendo en los sentidos, y todo quedo envuelto en una dulce y adormecida mañana de sábado, que hacia que terminase el fin de semana, con ganas de empezar de nuevo…