Llovía mucho, como pudo cerró el abrigo, colocó las carpetas sobre la cabeza, bajo corriendo las escaleras intentando llegar lo más pronto posible a la parada del bus. Una cuadra antes, él estaba ahí, sonriendo mientras abría la puerta del auto.
El corazón le dio un vuelco, aceptó, subió, él preguntó si estaba apurada. Hubiera gritado un “Noooooooooo, nada en el mundo me interesa más que estar acá”, pero se contuvo, apenas balbuceó un no que obtuvo por respuesta la más brillante y bella sonrisa jamás vista…
En medio del paseo mal estacionó, bajo la lluvia corrió a un jardín cercano, arrancó un flor y se la entregó, siempre sonriendo. La acarició, una rara sensación se apoderó de ella, pudo ver la belleza y a la vez la certeza de muerte, de indefensión de esa flor arrancada, mojada, sola…
Chocolate con churros, risas, anécdotas y regreso a casa. A la noche, muy tarde, sonó el teléfono. Le deseaba dulces sueños y ella no intentó profundizar en la sensación de invasión a tan altas horas, lo sumó como un detalle divertido. Un divertido gesto.
No hizo caso a esa película oscura que se proyectaba en una parte de su cerebro…
Los días se sucedieron tranquilos, la pasaba a buscar, la alcanzaba a su casa, para los compañeros de colegio era su novia, para los amigos era su novia… ella no sabía qué era. Horas cortas, hola y chau, beso y sonrisa… nada más.
Ese sábado la invitó a la playa. Pasarían la tarde juntos y por fin sabría algo más de él. El chico más lindo del colegio. Bebieron, caminaron un poco. Bajaron desde la playa hacia una arboleda, la besó con furia, desgarró su ropa y casi sin que ella pudiera articular palabra la penetró. No era lo que había soñado para la primera vez… Sentía algunos No atragantados en la garganta que no pudieron salir.
No volvieron a tener sexo, él decidió que se casarían y ella no dijo nada, cómo negarse al chico más lindo del colegio. Muchas noches la dejaba temprano, ella sería su esposa y para otras cosas, había otras. Mezcla de honor y rabia. ¿Cómo era eso de otras?. En las reuniones con los amigos la halagaba y alababa, el regreso a casa era casi siempre en silencio, sonriendo a veces… ella devolvía una sonrisa y así.
Boda, esa noche donde ella esperaba por fin entregarse a su hombre, él se quedó dormido para despertar sexualmente tres días después y penetrarla con la misma brutalidad, sin pensar en ella, sin sentirla a ella, sin saber de ella. En otra ocasión vino el sexo anal, doloroso, siempre igual. Brutal. Desahogaba su instinto animal con ella, nunca hicieron el amor.
Llegó un hijo, y durante el embarazo otra vez decidió que el afuera era mejor, que cuidaría a “su mujer” y su hijo.
Trató de hablar con una amiga, contarle, decirle que no era lo soñado, ésta respondió “¿De qué te quejás? Te llevaste al más lindo del colegio!.
Para su madre era igual. “Siempre inconforme, no te falta nada, te casaste con el chico más lindo, exitoso y agradable que puede haber”
Él sonreía a su madre, a sus amigas, a sus vecinos mientras jugaba con el niño a la pelota. Otro embarazo, otro afuera buscando placer. Ella sola sin haberlo podido sentir una sola vez.
Una mañana atendió la puerta, era una chica de su edad, bella y triste. La miró a los ojos y de alguna manera se conectaron. Venía a traer la billetera que el esposo había olvidado en su cama. Trabajaba en uno de los prostíbulos más caros de la ciudad. Se miraron, sin saber porque la invitó a pasar. Por primera vez pudo hablar, aunque la otra la había entendido apenas la vio. Se despidieron, una agradable sensación en el aire las hizo acercarse mucho, el beso en la mejilla fue un intenso roce en los labios, una mano que acarició todo su cuerpo… y se despidieron.
Esa noche sus manos, dedos buscaron esas caricias en su cuerpo. El esposo dormía. Encontró a esa mujer recorriéndola, lamiéndola; ella en su imaginación le devolvía cada gesto, cada caricia. Él despertó furioso, insultándola, comenzó a golpearla brutalmente… más.
Hoy, “el chico más lindo del colegio” besó a sus hijos y antes de que le policía se lo llevara esposado, fue al jardín y cortó una flor que dejó en su ataúd...