Lastima, mujer, esta lejanía. Te he desvestido y vuelto a vestir con unas prendas imaginadas, bordadas por mí, y te he coronado en unas ceremonias en las que describo tu ambiente, la ciudad, los boulevares, y he celebrado el buen tino que me ha acercado a vos, aun de lejos, de imaginarte no mas, siempre en la risa, y en esa partida amenazante que si no te aleja mas, al menos te desvía a una geografía incierta para mí, que tal vez no me gusta y me hace temer por perderte el rastro. Y también me inquieta este compás de espera.Debo celebrar también que en ese momento final o en sus proximidades, no gano y no pierdo nada, y si me detengo a pensar, a esta altura tal vez solo se trata de un rostro que se vuelve mas conocido, que se va adentrando en nuestra cotidianeidad de escribir y mirarse a los ojos, que no es mucho ni es poco, pero que cobra importancia de acuerdo al estado de animo, a lo animado e inanimado que hace parte de la soledad que nos rodea y entonces, dentro del desanimo que supone saber que la partida esta echada y las cartas barajadas y vueltas a dar, es decir, que las probabilidades cantan las cuarenta aunque uno mienta un poker de ases o una escalera real, me digo a mi mismo, que allí esta mi Victoria.
¿Victoria de Samotracia, descuartizada, deshecha a golpes de espadas, o Victoria a lo Pirro, que es como decir que por allí pasaron Atila y sus hunos, y el pasto ya no volverá a crecer, y si crece, dejara la marca del paso contundente de caballos y guerreros, o un rastro de incendios y humaredas, o los pedazos de lo que queda esparcidos en un desorden de locura, de pasión y huracanes?. No, mujer. No es eso lo que quiero.Hoy vine aquí a celebrar que además de los finales, las partidas, de los adioses o las guerras, suelen existir esos intermezzos que llamamos “durante” y existe la vida (que es también una fiesta) y que en mi desborde incluyo ansiedades, amores contrariados, necesidades, tazas de cafés y cigarrillos y larguísimas horas de esperas, de desencuentros, de laberintos, y de mas idas que de venidas, dice el inexorable balance.No te he tomado como mujer por la falta de tiempo, de cercanía y también de coraje.¿Me deberé arrepentir de haber visto tu hermosura brillante como una joya, los ojos, la piel, la insinuación de tu cuerpo? Nada de eso. Y celebro haber permanecido algunos instantes en tus ojos, que es como decir que habrás almacenado algo de mi, lo menos que espero, en un rastro, una vaguedad, tal vez alguna inexactitud de este rostro que con el tiempo se hará cada día mas desdibujado.Celebro el haberte conocido y decirme a mi mismo que me soy fiel en el gusto por las mujeres bellas, por la fina terminación y el pulido de un cuerpo femenino que Natura da a algunas y para otras “non presta”, esquiva Natura, o acaso guarda para mejor oportunidad y ocasión.Celebro que hayas nacido, y celebro esta victoria, pequeña, microscópica, imperceptible, una nimiedad, de dejar una ventana abierta, un vaso a medio llenar, una promesa, una esperanza, y estas imperiosas ganas de seguir celebrando hacia el oeste, a un costado de la cordillera, donde están los viñedos, y vos mujer, conectada a mi mundo por un hilo larguísimo, me imagino, que lleva el frío de las altas cumbres nevadas, a las serranías, a los remansos de los arroyos, y el polvo seco, y el agua de las acequias, y el color de la uva, y tu piel, y la marca registrada de tus contornos que ya reposa en mis ojos.
¿Victoria de Samotracia, descuartizada, deshecha a golpes de espadas, o Victoria a lo Pirro, que es como decir que por allí pasaron Atila y sus hunos, y el pasto ya no volverá a crecer, y si crece, dejara la marca del paso contundente de caballos y guerreros, o un rastro de incendios y humaredas, o los pedazos de lo que queda esparcidos en un desorden de locura, de pasión y huracanes?. No, mujer. No es eso lo que quiero.Hoy vine aquí a celebrar que además de los finales, las partidas, de los adioses o las guerras, suelen existir esos intermezzos que llamamos “durante” y existe la vida (que es también una fiesta) y que en mi desborde incluyo ansiedades, amores contrariados, necesidades, tazas de cafés y cigarrillos y larguísimas horas de esperas, de desencuentros, de laberintos, y de mas idas que de venidas, dice el inexorable balance.No te he tomado como mujer por la falta de tiempo, de cercanía y también de coraje.¿Me deberé arrepentir de haber visto tu hermosura brillante como una joya, los ojos, la piel, la insinuación de tu cuerpo? Nada de eso. Y celebro haber permanecido algunos instantes en tus ojos, que es como decir que habrás almacenado algo de mi, lo menos que espero, en un rastro, una vaguedad, tal vez alguna inexactitud de este rostro que con el tiempo se hará cada día mas desdibujado.Celebro el haberte conocido y decirme a mi mismo que me soy fiel en el gusto por las mujeres bellas, por la fina terminación y el pulido de un cuerpo femenino que Natura da a algunas y para otras “non presta”, esquiva Natura, o acaso guarda para mejor oportunidad y ocasión.Celebro que hayas nacido, y celebro esta victoria, pequeña, microscópica, imperceptible, una nimiedad, de dejar una ventana abierta, un vaso a medio llenar, una promesa, una esperanza, y estas imperiosas ganas de seguir celebrando hacia el oeste, a un costado de la cordillera, donde están los viñedos, y vos mujer, conectada a mi mundo por un hilo larguísimo, me imagino, que lleva el frío de las altas cumbres nevadas, a las serranías, a los remansos de los arroyos, y el polvo seco, y el agua de las acequias, y el color de la uva, y tu piel, y la marca registrada de tus contornos que ya reposa en mis ojos.