Pensando en Chats, blogs, mensajes por sms; las relaciones virtuales del tipo que sean me llama la atención, por un lado la negación de algunas personas sobre la posibilidad de excitarse o erotizarse a través de simples letras en una conversación cualquiera, y por otro, en aquellos que sí pueden sentirlo y no tienen inconvenientes en reconocerlo. Pues, me hago cargo… Las palabras tienen fuerza, tienen gestos y uno les confiere energía, claro… depende del estado y necesidades, seguramente.
Gabriel Janer Manila en su texto “Historias que fueron escritas para ser contadas” dice: “Esta proyección de las palabras sobre el cuerpo permite prolongar sus vibraciones, su dinámica y su significación profunda. La expresión del rostro, los múltiples juegos de la mirada, los ritmos de la voz, todo el vocabulario gestual se ponen al servicio del texto literario oral. El cuerpo que narra es un cuerpo que crea sentido y, mientras sugiere significados posibles, estimula y despierta la imaginación”. Entender que en la creación de sentido juegan un papel de primer orden las actitudes mentales, las competencias intencionales, los mecanismos psicológicos, es intentar comprender los fundamentos antropológicos de la ficción. Sólo a partir de aquí seremos capaces de explicarnos por qué creamos ficciones, por qué nos interesan y nos encantan. Por qué no podemos vivir sin ellas.
Si relacionamos esta nueva comunicación, virtual, impersonal si quieren, con la literatura seguramente nos remitiremos a alguna novela o historia narrada que nos movilizó, no se si al punto de excitarnos, pero sí movilizarnos o provocar ciertas vibraciones. Entonces… ¿por qué le damos menos valor a la comunicación virtual o ciber?
Por su parte, la escritora brasileña, Nélida Piñon sostiene que “las palabras erotizan la realidad”, defensora de la imaginación y la seducción con la palabra va más allá al afirmar: . 'Seducir es una fatalidad humana. Quien no seduce está negando su oficio humano. Las palabras erotizan la realidad y, a medida que tú seduces, estás legitimando al otro; por tanto, tiene hasta una dimensión moral'