SU CUERPO...


El tiempo no existe cuando mis manos tocan su cuerpo.
Pasión desnuda que abriga mis versos y me quema en su fuego,
cómplice carnal que despierta la urgencia de invadirle rasgando el placer.
Interminable sentir que me sacrifica completa y me vuelve indomable, sumisa, indecente, pudorosa, tierna, violenta…
Me estremece en su piel devorando sus ansias, adivinando deseos,
tormenta de roces que habita en mi hambre y se torna en caricias,
lujuria liquida en la fiebre que deliran los surcos de los labios,
en mi lengua, que es la amante insaciable que nutre la geografía de su sexo,
ritual que absorbe gota a gota la entrega a su abandono
entre volutas de suspiros que clavan su aliento tibio en mis senos,
melodía quebrada que me impregna en el lienzo de su voz.
Morir y resucitar en él, es la convicción que me lleva amarlo después de amar...


Amanteceres
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A TODO NOS ACOSTUMBRAMOS



A TODO NOS ACOSTUMBRAMOS

A lo largo de nuestras vidas, el ser humano pierde la capacidad de mil cosas cada día, y se acostumbra a todo, a la felicidad y al sufrimiento, a las risas y al llanto, a la luz o a la oscuridad, y al final olvidando que el mundo no es un lugar donde el lamento sea lo normal cada día.

Perdemos la emoción que sentimos al ver el mar por primera vez, y nos acostumbramos a su bravura, y su lamento en los días de luna llena, y conocemos el color de sus aguas como propio, o el de nuestros seres amados, por que todo se convierte en costumbre, y la costumbre mata la ilusión y los sueños.

Pero hay cosas a las que no debemos acostumbrarnos jamás, ni al odio, ni a la intransigencia, a la maldad o las ataduras, al maltrato ni al insulto, los seres humanos no nos merecemos esas costumbres.

Yo quisiera acostúmbrame a las sonrisas de los niños, porque cuando los oigo llorar el corazón me impide razonar, la ira de adueña de mi sentir, y me puede el cansancio del día a día.

Ahora dejemos que la belleza nos abrace, en el calor de una mirada, o en una palabra sencilla, sin querer encontrar cada día un tesoro, porque eso termina siendo... una costumbre, y pasamos de largo por la vida sin vivirla.